9/1/24

La historia de la democracia española en Galicia puede saltar de vertido en vertido en su costa... La historia de Alianza Popular/Partido Popular en la democracia española también puede danzar de mentira en mentira con cadáveres calientes sobre la mesa (el hermanamiento financiero con los narcos gallegos, el accidente del Yakolev-42 o los atentados del 11-M) o con chapapote ("hilitos con aspecto de plastilina" del Prestige) o toneladas de pellets contaminantes ("bolitas de plástico" del citado Toconao) en el mar. La cuestión es que el capitán del barco PP (llámese Fraga, Aznar, Rajoy, Feijóo o Rueda), al contrario de lo que dictan las normas del Derecho Marítimo, se salve antes que nadie, se hunda o no el barco... El modus operandi ante las tragedias, sean accidentes (un decir), atentados o vertidos contaminantes, siempre es el mismo: primero se niega la catástrofe diciendo que no hay tal cosa; si es imposible esconder sus efectos, se intentan tapar las responsabilidades que pueden afectar al capitán del barco (metiendo cadáveres mezclados en ataúdes turcos para enterrar rápido o tratando de convencer al mundo de que un brutal atentado islamista en Madrid es de autoría ETA); si nada de eso se puede conseguir, se le echa la culpa al adversario/enemigo electoral y se apela a la desmemoria y desinformación ciudadana, la cual, francamente, en España -no digamos en Galicia, gracias a las subvenciones compravotos de último momento y a unos medios de comunicación amnésicos- es característica intrínseca desde ni recuerdo (Ana Pardo de Vera)

 "La historia de la democracia española en Galicia puede saltar de vertido en vertido en su costa, de naufragio en naufragio, con muertos las peores veces (Andros Patria en 1979 o el Casón en 1987) y porquerías venenosas siempre (los anteriores y el Urquiola en 1976 o el Toconao de 2023), que inundaron las playas, aniquilaron fauna y flora y envenenaron el mar.

La historia de Alianza Popular/Partido Popular en la democracia española también puede danzar de mentira en mentira con cadáveres calientes sobre la mesa (el hermanamiento financiero con los narcos gallegos, el accidente del Yakolev-42 o los atentados del 11-M) o con chapapote ("hilitos con aspecto de plastilina" del Prestige) o toneladas de pellets contaminantes ("bolitas de plástico" del citado Toconao) en el mar. La cuestión es que el capitán del barco PP (llámese Fraga, Aznar, Rajoy, Feijóo o Rueda), al contrario de lo que dictan las normas del Derecho Marítimo, se salve antes que nadie, se hunda o no el barco.

El modus operandi ante las tragedias, sean accidentes (un decir), atentados o vertidos contaminantes, siempre es el mismo: primero se niega la catástrofe diciendo que no hay tal cosa; si es imposible esconder sus efectos, se intentan tapar las responsabilidades que pueden afectar al capitán del barco (metiendo cadáveres mezclados en ataúdes turcos para enterrar rápido o tratando de convencer al mundo de que un brutal atentado islamista en Madrid es de autoría ETA); si nada de eso se puede conseguir, se le echa la culpa al adversario/enemigo electoral y se apela a la desmemoria y desinformación ciudadana, la cual, francamente, en España -no digamos en Galicia, gracias a las subvenciones compravotos de último momento y a unos medios de comunicación amnésicos- es característica intrínseca desde ni recuerdo.

Con el último escándalo de la Xunta, el vertido de pellets en las costas gallegas conocido el 13 de diciembre y que a 9 de enero, sigue sin ser declarado emergencia nivel 2 para no aceptar desde el Ejecutivo autonómico la ayuda del Gobierno de Pedro Sánchez (ya lo constata un dicho popular madrileño: "Antes se envenenan el mar, su fauna, su flora, a los y las gallegas, asturianos/as y otras especies autonómicas que aceptar ayuda y dar la razón al Perro"). Da lo mismo que las conversaciones grabadas hayan delatado al equipo del presidente Alfonso Rueda, que el 18 de febrero se presenta a su primera elección en urnas; no importa que científicos y ecologistas estén advirtiendo sobre la toxicidad de las "bolitas" para la naturaleza, incluida la humana; que los concellos costeros reclamen más medios después de haber curtido su historia del último medio siglo a base de fuel, plástico, muerte, contaminación, falta de recursos y vuelta a empezar, con solo la solidaridad de voluntarios/as llegadas de todo el mundo como contrapunto a tanta miseria política y moral. Y en Galicia, 20 años después del Prestige, nos tragamos el Nunca máis con arcadas, porque "é a liberdade, estúpido"."                   (Ana Pardo de Vera, Público, 08/01/24)

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