20/2/08

Es que hay más emigrantes que nativos

“Lo que pasa con el voto emigrante es, para decirlo rápido, una infamia, una vergüenza que ningún país moderno y democrático se puede permitir. Las leyendas urbanas sobre sacas de votos fraudulentos o el voto de los muertos no pueden seguir subsistiendo.

No pueden ser legítimos votos que no se realizan ante una urna y con la garantía de que quién lo hace es el que consta en el censo. Eso es lo mínimo que se puede exigir. (…)

Que el resultado penda del voto exterior es prácticamente imposible en la amplia mayoría de los casos, y a veces, como en el caso de Italia, se diseñan filtros para dificultar o impedir esa posibilidad.

Resulta extremadamente difícil que suceda en parte alguna lo que pasó aquí con la victoria del bipartito: que pendió de un dudoso voto exterior durante unos días. Desde luego, si un día el Gobierno de la Xunta pasa a manos de tirios o troyanos con votos bajo sospecha ello sería devastador para su legitimidad y la de la autonomía. (…)

El reconocimiento del derecho al voto a nuevas generaciones de descendientes no puede más que incrementarlo. (…)

Es una posibilidad, además, facilitada por la Ley electoral, sin equivalencia en nuestro entorno, muy generosa en el derecho al voto de los emigrantes -no lo es tanto, sin embargo, para los inmigrantes, para los nuevos gallegos o españoles. Pueden votar en todas las convocatorias, desde las municipales hasta las generales; gracias a los tratados de doble nacionalidad pueden hacerlo en los dos países, sin tener que optar (…)

Pero el mercadeo de los votos al peor estilo del Tammany Hall del Nueva York del siglo XIX o de la España de la Restauración debe pasar a la historia.” (ANTÓN BAAMONDE: Voto emigrante. El País, ed. Galicia, Galicia, 19/02/2008, p. 4)

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