"Esta es una institución, pero en definitiva es una gran empresa", razonaba ayer el presidente de la Diputación de Pontevedra, Rafael Louzán (PP), ante las más de 300 personas que le escuchaban en el salón de plenos del palacio provincial.
Los asistentes no estaban allí por gusto, sino por trabajo: acudir al saludo del presidente provincial era el trámite último y necesario antes de acceder al programa de empleo temporal que la Diputación ha puesto en marcha y que les dará, con cargo a fondos provinciales y a partir de hoy, trabajo en sus respectivos municipios durante seis meses.
De que su presencia en el acto no era voluntaria daba fe un vecino de Crecente, minutos antes de que apareciese Louzán en escena. "Esto es una putada", comentaba. "Venir hasta aquí es un trastorno para los que son de fuera".
La mayoría, en cambio, se encogía de hombros, contentos de que al menos fuesen a conseguir abandonar la cola del paro unos meses. "Esto es un paripé, pero a nivel político es lo que vende", asumía una canguesa. Muchos repetían la misma frase: "Nos mandaron venir".
"Es una feliz iniciativa que pone en marcha la Diputación", declaró Louzán antes de dirigirse a los trabajadores. "Febrero es una época muy buena para sacar adelante las demandas que los vecinos le trasladan a los alcaldes de la provincia, cuya economía está en una situación muy complicada", adujo.
Ya ante la concurrencia, se mostró como un patrón benévolo. "Solo pretendemos crear empleo y riqueza", dijo, e insistió en el símil empresarial: "Estáis delante de una gran empresa por la que todos tenemos que velar y cuidarla".
Los solicitantes de empleo fueron firmando sus contratos durante la mañana. Expirarán en julio, dos meses después de las municipales en las que Louzán se juega el puesto. (...)Tras un "espero que cumpláis con vuestra obligación", el político se despidió como un cantante tras un concierto o un presentador de televisión al final de un programa: "A trabajar, mucha suerte, gracias y buenos días".
Tras un breve pero cerrado aplauso y varios apretones de manos, dejó la sala. Una voz avisó a continuación a los reunidos por el altavoz de que tendrían que pasar el reconocimiento médico para empezar a trabajar." (El País, Galicia, 01/02/2011, p. 4)
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