"En julio de este año, durante la Semana Negra de Gijón, tuve el
placer de compartir unas copas con José Antonio Vázquez Taín. El juez
venía a presentar su último libro pero, entre unas cosas y otras,
alguien le tiró de la lengua y acabamos hablando del narcotráfico
gallego.
Habló sobre todo él, que sabía de lo que hablaba. Vázquez Taín,
que tomó el relevo de Garzón, fue la pesadilla de los narcos a
comienzos de siglo, cuando, de 2001 a 2003 se decomisaron unas 54
toneladas de cocaína. Cada vez que añadía una palabra, a mí aquel hombre
pequeño y divertido se me iba agigantando hasta tomar el tamaño de un
western.
Al tercer o cuarto whisky, cuando cogí confianza, me atreví a
preguntarle cómo era eso de vivir amenazado de muerte. Vázquez Taín ni
se lo pensó, debía de estar acostumbrado a la pregunta: “No creas, de
vez en cuando me cruzo con un narco por la calle. A veces me saludan,
eso sí. En fin, somos gallegos”.
Eso lo explicaba todo. Había que serlo mucho para contestar con esa
tranquilidad acerca de un trabajo que le había jodido el negocio durante
años al todopoderoso cártel de Cali y a la casi totalidad de los clanes
de las rías. Se calcula que más del ochenta por ciento de la droga que
circulaba en Europa aquellos años entraba a través de la conexión
gallega. Hay que imaginarse a Fernando Rey en zuecos, haciendo el papel
de Laureano Obuiña.
Porque hubo un momento en que Galicia pudo
convertirse en la sucursal atlántica de Sicilia; lo apunta Nacho
Carretero en Fariña (su monumental reportaje recién publicado por Libros
del K.O.) cuando se pregunta cómo aquella sociedad cerrada y misteriosa
no cuajó en una metástasis de la mafia siciliana.
Faltaba, sin embargo, un elemento esencial y era la afición por la
sangre. Mientras en Galicia se contabilizan una treintena de muertes
atribuidas al contrabando y al narcotráfico en unas tres décadas, en
Sicilia, en apenas dos años, una de las guerras de la mafia se llevó por
delante a más de mil setecientas personas.
Cuando Carretero recurre a
una película para ilustrar la época dorada del narcotráfico gallego,
cita una escena hilarante de Airbag. Aun así, ninguna comedia, por negra
que sea, puede superar el momento en que Sito Miñanco, el Escobar de
Cambados, se quedó mirando a los magistrados de la Operación Nécora
antes de soltar: “Menos mal que yo no creo en la violencia, porque si no os
mataba a todos”.
Con lo cual, la cuestión que hay que plantearse es justamente la
contraria: por qué la mafia siciliana, la camorra napolitana, la yakuza
japonesa y los narcos colombianos y mexicanos no han adquirido todavía
ese grado de calma y civilización de que hacen gala sus compadres
gallegos.
Tal vez sea porque en los años del terror, mientras los jueces
italianos volaban por los aires en pedazos, la sangre anegaba las
calles y Andreotti besaba a Toto Riina, en Galicia, antes del aterrizaje
de Garzón, el poder político, la judicatura y la policía miraban para
otro lado. Pringaban guardias civiles, alcaldes, políticos, vecinos,
agentes de aduanas.
Carretero cita a un juez que asegura: “En Galicia no
ha habido un solo partido que no haya sido financiado por los narcos.
Ni uno solo”. Uno de los pocos que se quejó, en los primeros tiempos del
contrabando de tabaco, fue un joven llamado Rajoy, que se llevó esta
reprimenda mitológica de Manuel Fraga: “Mariano, vete a Madrid, aprende
gallego, cásate y ten hijos”.
Fariña es un gran título para un gran libro. Alude al diminutivo
dulce y melodioso que dan los gallegos a la cocaína, en lugar de
llamarla coca, perico, merca o farlopa, que suenan todos fatal. Es muy
posible que, al cabo del tiempo, la conexión gallega haya ido
extendiéndose a lo largo y lo ancho del territorio, que todos nos
hayamos ido civilizando y tranquilizando poco a poco, al estilo gallego,
aunque, al igual que Mariano, no hayamos aprendido el idioma.
Sólo así
se explica que nos tomemos con tanta calma cosas como la foto del futuro
presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijoó, en bañador y untándose
crema en la espalda a bordo del yate de Marcial Dorado, uno de los capos
históricos de las rías. Cosas como el mensaje de ánimo de Mariano Rajoy
a un notorio delincuente que inundó la contabilidad del partido en el
gobierno con sobres y más sobres de dinero negro.
Cosas como la lista de
bodas de la hija de Aznar, que cada día que pasa se parece más al
elenco de la familia Corleone. Menos mal que no creemos en la violencia.
En fin, como decía Vázquez Taín, somos gallegos." (David Torres, Público, 15/10/2015)
2 comentarios:
heroe como hermelindo alonso eiras
heroe como juan ignacio gonzalo pascual
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