"Galicia afronta las primeras elecciones autonómicas desde la irrupción
de las mareas en la agenda política. Las urnas del 25-S enfrentan, de
facto, dos paradigmas. El de la senda continuista de Alberto Núñez
Feijóo (PP), dispuesto a revalidar su mayoría absoluta en el Parlamento
gallego.
Y el de la propuesta rupturista de En Marea, que agrupa a la
izquierda con la salvedad del PSdeG, que todavía trata de ordenarse
internamente para mostrar su mejor cara, y de los nacionalistas que
persisten en el BNG.
En definitiva, Galicia se enfrentará a sí misma en
estos comicios. Sumida en una grave recesión demográfica, falta de
liderazgo institucional en la crisis de su modelo productivo y con la
generación de jóvenes más preparada haciendo las maletas, la comunidad
gallega podría ser el espejo en el que el resto de España se mirase (...)
Como sucesor de Manuel Fraga,
Feijóo mantuvo la red de clientelismo pero logró suavizar su imagen y
aparecer como buen gestor ante la opinión pública tras dos mandatos al
frente de la Xunta. Un espejismo que se refleja más en Madrid que en la
propia Galicia. Las amistades peligrosas que mantiene
desde el inicio de su carrera política, parecen no haberle pasado
factura.
Narcotraficantes como Marcial Dorado, ya conocido por sus
ilegalidades cuando Feijóo frecuentaba su yate, o el supuesto
conseguidor de la Operación Zeta –una investigación sobre supuesto
fraude de subvenciones en cursos de formación– Pachi Lucas, del círculo
íntimo del popular, son dos ejemplos de ello.
A lo largo de su carrera en el PP, Feijóo ha presidido el
Insalud (1996-2000), donde puso en marcha el modelo de fundaciones
sanitarias, privatizó Correos (2001), abandonó la ya escasa política de
apoyo al gallego que defendió Fraga, participó en la venta de los
ahorros de los gallegos con la fusión de las cajas y su posterior venta a
una entidad venezolana, miró para otro lado mientras su partido ponía
en marcha la Ley de Montes que permite recalificar terrenos que hayan
sido quemados y recortó el presupuesto para hidroaviones de la Xunta…
Es imposible entender políticamente al
actual Feijóo sin revisar la figura de Fraga Iribarne, presidente de la
Xunta de Galicia entre 1990 y 2005, y encargado de establecer un sistema
de poder en la Comunidad gallega con tentáculos hacia todos los
estratos. Fraga controló de forma férrea al PP, y para él, el partido
era toda Galicia.
Ni escándalos como el de la catástrofe del Prestige
impidieron que revalidase sus mayorías absolutas, pero sí despertaron
de algún modo a la sociedad y devolvieron las grandes manifestaciones a
las calles. El colectivo Nunca Máis fue un revulsivo
para tantos años de silencio que finalmente se tradujo en el “espejismo”
del bipartito que de 2005 a 2009 puso a un Gobierno de socialistas y
nacionalistas con Emilio Pérez Touriño a la cabeza en la Xunta.
Situado Feijóo en la línea de salida
desde aquel 3 de abril, el resto de fuerzas permaneció a la deriva hasta
el pasado 1 de agosto, cuando finalmente el presidente de la Xunta
convocó las urnas para el domingo 25, siguiendo la tradición de
coincidir con los comicios vascos que ya había anunciado para esa fecha
el lehendakari Íñigo Urkullu.
Las primarias del PSdeG
enfrentaron a las caras visibles del partido, un conflicto que Xoaquín
Fernández Leiceaga no ha podido frenar ni a la hora de presentar las
candidaturas al Parlamento. Desde Ferraz desacreditan una vez más las
decisiones que ya había acatado la militancia socialista en Galicia, con
la cabeza puesta en la “unidad” para afrontar otra campaña electoral
tras los malos resultados del partido en las generales.
Los hombres del
alcalde de Vigo, Abel Caballero, el único socialista que salió indemne
de las urnas en los últimos años con una mayoría absoluta en las
municipales, iniciaron una batalla contra la dirección federal del PSOE
por el “cambiazo” en las listas elegidas por la militancia gallega, que
no deja más que imágenes de división y bronca ante los electores.
El universo que rodea a En Marea
estaba desdibujado tras las luchas internas de Anova, Esquerda Unida y
el particular calvario de Xosé Manuel Beiras con Yolanda Díaz. Los
alcaldes de Santiago, A Coruña y Ferrol, Martiño Noriega, Xulio Ferreiro
y Jorge Suárez, se apresuraron a calmar los ánimos y recordar con un
manifiesto la única clave que la izquierda gallega debería tener
presente: llegar a acuerdos para presentar una lista conjunta capaz de
competir con el PPdeG.
“Hay que subrayar mucho que sean precisamente las
mareas las que asuman, en esta ocasión, el papel protagonista”, celebró
Xosé Manuel Beiras al día siguiente de que el manifiesto se hiciese
público. “Son, sin duda, el mejor indicativo de que la ciudadanía dejó
por fin el papel de súbdita de un sistema aberrante para tomar la
iniciativa y caminar hacia su mudanza radical”, enfatizó.
El manifiesto
de los alcaldes de las mareas pidiendo una candidatura unitaria dibujó
la senda que llevó a más de un millar de personas a una asamblea
constituyente en Vigo, el 30 de julio, de la que salió el calendario
para las primarias, retrasadas por el acuerdo in extremis con Podemos, que renunció a sus posiciones previas para integrarse en En Marea, ahora convertida en partido instrumental.
Las primarias de En Marea fueron un
experimento inédito en la política gallega. Más de 10.000 inscritos
eligieron a través de listas abiertas y desbloqueadas las candidaturas
de la izquierda rupturista para el 25S. Aunque Podemos participó en la
asamblea constituyente de Vigo, no entró en las primarias inicialmente
porque los dirigentes de la formación morada en Galicia, con Carmen
Santos a la cabeza, no querían abandonar sus siglas.
Fue la intervención
de Pablo Echenique y Carolina Bescansa y, en el tiempo de descuento, un
tweet de Pablo Iglesias, lo que desbloqueó la situación ante el
miedo de que una lista de Podemos en solitario no obtuviese buenos
resultados.
Las dos candidaturas que finalmente presentó la formación a
las primarias en representación de los dos sectores enfrentados en
Galicia tuvieron un importante respaldo en A Coruña y, especialmente, en
Pontevedra, donde cuatro de los cinco primeros de la lista pertenecen a
este partido.
El juez del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, Luis Villares, fue el nombre de consenso que propusieron los tres alcaldes y que logró el apoyo de más del 86% de las bases de las mareas. Hacía
falta un líder que no estuviera quemado en las batallas cainitas de las
distintas sensibilidades que agrupa En Marea.
Ese mirlo blanco fue
Villares, quien consiguió también el respaldo imprescindible de Beiras,
que de paso abandonó la primera línea política tras protagonizar una
parte importante de la historia reciente del nacionalismo gallego.
“Somos la dignidad de la mayoría frente a la miseria social y política
de Feijóo”, dijo el candidato en su presentación.
Mientras, el Bloque Nacionalista Galego
se mantiene al margen de las disputas con una candidatura encabezada
por Ana Pontón (de Unión do Pobo Galego, el partido que controla el
BNG). A pesar de la sangría de militancia y de apoyo electoral –se quedó
sin representación en el Congreso– el partido se aferra a la idea de
que son los únicos que representan los intereses nacionales de Galicia.
Omitiendo el hecho de que desde la asamblea de Amio y el fracaso de
Iniciativa pola unión hay tantos nacionalistas fuera como dentro del
Bloque." (La Marea, 13/09/16)
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