"Quiso suceder a Cacharro al frente de la Diputación de Lugo, pero se
tuvo que conformar con cobrar mordidas (supuestamente un 10% del
presupuesto de las obras) desde el despacho principal de una
confederación hidrográfica que le entregó todavía envuelta en el
paquete, nueva y en pañales, el gran preferido del padre Orozco, José
Blanco, al frente del Ministerio de Fomento.
Cuando Francisco Félix
Fernández Liñares, nacido en Dumbría hace 61 años, fue destinado a
controlar el pulso del Miño y el Sil, la aorta y la carótida de Galicia,
con sus correspondientes cuencas y afluentes, y sus 40 embalses (la
gran mayoría en manos de las hidroeléctricas) hacía un año que José
Ramón Gómez Besteiro, 16 años más joven, había ocupado el puesto en el
Gobierno provincial que él tanto ansiaba.
Liñares estaba entonces en la cúspide del gobierno local, acompañaba a
Orozco desde su primer mandato y ya iban por el tercero. Siempre había
sido segundo teniente de alcalde, y había pasado por las concejalías de
Servicios Públicos, Policía y Seguridad Ciudadana, Economía y Zona
Rural. Ahora sustituía a Gómez Besteiro como edil de Urbanismo con la
encomienda de sacar adelante el plan general.
En el cambio de
concejalía, logró no desprenderse de la de Zona Rural, su gran baza.
Lugo tiene 54 parroquias rurales y 320 pequeños núcleos de población
desperdigados a lo largo y ancho de unos 300 kilómetros cuadrados en los
que viven 9.000 potenciales votantes. El PP había destacado a su propio
hombre para ganarse al electorado rural, Serafín Pena Souto.
Y Orozco
encontró en Liñares el equivalente. Su penetración en el paisaje
verde-leira fue tal que enseguida se ganó entre los suyos la reputación
de “cacique”. “Pero un cacique de poca monta”, puntualiza un histórico
del PSdeG (que se sincera a cambio de que no aparezca en estas líneas su
nombre), nada comparable a “lo que se sabe ahora”.
En el sumario de la Operación Carioca, matriarca de la tribu Pokémon,
se describe una tensa escena que simboliza la ruptura entre dos
socialistas, Besteiro y Liñares, incubados bajo el ancho abrigo de
Orozco. Corría el año 2007. El primero acababa de tomar posesión en la
Diputación Provincial, y el segundo, que caminaba en dirección contraria
por el centro de Lugo con el alcalde y más ediles, le dijo: “Parece que
vas muy contento”.
Y con ese tono socarrón que le caracteriza añadió:
“Pero, bueno, arrieros somos y en el camino nos encontraremos. Porque
voy a estar aquí tanto tiempo como tú”. No queda claro a qué se refería
Liñares con “aquí”, pero solo si significa “en la provincia de Lugo”,
habría estado en lo cierto.
Efectivamente, ahora el político, que
últimamente seguía ejerciendo como funcionario en la Confederación, vive
en la cárcel de Monterroso, en prisión provisional porque la juez, que
lleva siguiendo calladamente sus pasos unos tres años, lo considera
cabecilla de la trama que conseguía adjudicaciones públicas a cambio de
sobornos.
Esto distanció a Liñares no solo de Besteiro. Según se recoge en las
diligencias, su comentario incomodó también al alcalde, que más adelante
llegó a echarle en cara, durante una fiesta vecinal en la que había más
testigos, que si la Policía Local estaba sublevada contra el
Ayuntamiento era por su culpa.
Luego corrieron rumores de todo tipo. En la calle circuló que la
presidencia de la Confederación era un premio tras nueve años de
servicios prestados al gobierno local, pero también que era un consuelo
por lo de la Diputación, o una manera airosa de deshacerse de él.
De
esta manera, José Blanco compensaba a Orozco: un socialista forjado en
Lugo gobernaría el organismo que, tras un pulso entre las dos ciudades,
se llevó Ourense. Y Liñares lo hizo siempre dando la cara a favor de las
hidroeléctricas, para las que tramitó varias centrales. Una de las
obras (Santo Estevo II, de Iberdrola) permitió un histórico y traumático
exprimido del Sil. (...)
Las diez horas de declaración ante la juez dieron para muchísimo.
Liñares, supuestamente, se ofreció a devolver los 300.000 euros que,
grosso modo, calculó que había cobrado a cambio de favores. Además,
habría confesado que recibía mensualmente de Vendex (el grupo
empresarial que vertebra la trama) una nómina de 3.500 euros, aunque no
está claro si el dinero era solo para él o para repartir entre los
resortes de la red. El imputado por cohecho, prevaricación, blanqueo y
tráfico de influencias remató su serenata citando a decenas de
empresarios que le pagaron presuntos “donativos” por conseguir
contratas.
Esta rutina la juez ya la conocía. El protagonista de otro revelador
sumario abierto en los juzgados de Lugo, el de la Operación Campeón,
explicaba hace ya meses cómo se las gastaba el expresidente de la
Hidrográfica: exigía a los empresarios el cobro de las comisiones
ilegales “por adelantado”; y lo mejor de todo, “sin garantía” de que la
obra se les fuese a conceder.
Ese día en que Dorribo pidió expresamente
hablar de Liñares probablemente el exconcejal lucense ya respondía a los
alias de Garbancito y Tkachenko, utilizados por los protagonistas de la
trama para despistar a los investigadores desde el momento en que
presintieron su aliento en la línea telefónica.
Fernández Liñares, con formación en Económicas, casado y con dos
hijos, había llegado a Lugo como funcionario del Estado y, como tal,
antes que concejal socialista, llegó a ser delegado del Ministerio de
Agricultura. Entonces, según relata otro veterano del PSdeG, Antonio
Gato, alcalde de Monterroso, era un “ciudadano entrañable, gran
conversador, que dice cosas de veras interesantes”, una “persona
trabajadora, austera, sobria y desprendida”.
A él, por ejemplo, cuando
aún no era regidor, le dedicó tardes enteras “de forma totalmente
desinteresada”, es decir, “sin cobrar”, para enseñarle dos asignaturas
de Derecho que se le habían atravesado, “Hacienda pública y Economía
política”.
En 1999 llegó con Orozco al gobierno local de Lugo y se hizo íntimo
de Javier Reguera, que pasó de conserje de la policía local a, según se
dice en el sumario de la Carioca, jefe de la empresa de la ORA que
entraba sin llamar siempre que se le antojaba en el despacho del
alcalde. Reguera, imputado y encarcelado por el caso Pokémon, fue el
punto de partida de la juez.
El funcionario era, junto con otro
implicado en esta operación —el administrador de la empresa de la grúa,
Manuel Santiso—, titular de la finca y la casa del club Queen's,
epicentro de la mafia Carioca. Las propiedades las habían adquirido
supuestamente conchabados con agentes de la Policía Local que
previamente habían extorsionado al dueño del solar y el inmueble, el
fabricante de quesos Jesús Prado.
Tirando del hilo de Reguera, los investigadores llegaron a Liñares, a
la gran amistad que unía a ambos, a las reuniones diarias entre ellos,
tanto en despachos de la Administración local como en el piso o en el
chalé del concejal. A estas alturas, por Lugo ya circulaba el rumor de
que Reguera (entusiasmado con la especulación inmobiliaria) y Santiso
eran testaferros de Liñares y su grueso patrimonio.
Algunas de las
fincas rústicas que adquirió el edil entonces se transformaron en
urbanas contra el criterio de la Xunta cuando se aprobó el plan general
que él mismo impulsó en su etapa en Urbanismo.
En el mandato en que se hizo cargo de la Seguridad Ciudadana, Liñares
organizó un cuerpo paralelo de policía que resultó ser ilegal y puso al
cargo a un agente, Daniel Corral, que obedecía cualquier tipo de orden.
Estos 16 policías, según el sumario de la Carioca, dejaban de controlar
la salida de los colegios para ir a ratificar multas de la ORA. Ahí, se
dice, halló el edil “un filón de oro” para el Ayuntamiento. Había
comenzado la metamorfosis de Garbancito. La Administración de los huevos
de oro empezaba su vida fértil." (El País, 29/09/2012)
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